EL
RESCATE DE LA PRINCESA
Los
gritos de la princesa se escuchaban por los pasillos. El dragón se
acercó lentamente hacia ella, posando la mirada en sus ojos. -
Créeme, tu perfume me da alergia - dijo el dragón. - ¡No puedo
creer que seas tan delicado, es mi perfume favorito, si llega el príncipe a rescatarme quiero verme bien, eso incluye estar perfumada
!!! -dijo la princesa- El dragón sacó un baúl en el cual tenía
hierbas de todo tipo, tomó unas cuantas entre las yemas de sus
dedos, les prendió fuego soplando delicadamente, después les
vació una cubeta de agua para aspirar todo el humo que provocaba.
Tosió un par de veces, volvió a aspirar. - Sólo quiero respirar un
poco de aire- le contestó el dragón a la princesa en tono
sarcástico.
-Los
dos estamos metidos en esto y creo que realmente podríamos sacar
buen provecho si aprendemos a comprometernos- dijo el dragón a la
vez que se veía las garras. -Además ésta es la única habitación
donde quepo yo con vista al oeste, podrías irte a otra habitación,
el castillo es bastante grande, de hecho demasiado, te digo que si hubiéramos rentado el que estaba más hacia el sur, nos hubiera sido
más barato-. La princesa miró de reojo al dragón... quedó en
silencio. Todas sus amigas ya habían sido rescatadas por los
príncipes de los alrededores, pero siempre alejó a los dragones por
ella misma e incluso es conocida por haberle cortado la punta de la
cola al dragón del norte... nunca había sido rescatada. Por otro
lado, este dragón jamás había secuestrado a ninguna princesa y
todos se burlaban de él. Aunque, la verdad, no le llamaba la
atención hacerlo, le preocupaban más las cosas que a los demás les
parecían sin importancia o absurdas. Le encantaba ver las estrellas
por las noches e imaginar que si volara a una determinada velocidad y
otro dragón volara a otra determinada velocidad, siguiendo la ruta
que las estrellas van formando sobre los cielos, ¿cuál de los dos
podría recoger más flores de color rojo en verano? Era un dragón
más profundo que la mayoría y la idea sola de tener que ir por una
princesa, atraparla, esperar que vengan a rescatarla, ser retado por
algún caballero, era lo menos apreciado que tenía en mente, tenía
muchísimas cosas mejores que hacer o descubrir. Aunque pasar el
tiempo con alguien, particularmente esta princesa, no parecía
totalmente malo. Es bastante inteligente esta princesa -hasta parece
dragón- pensó.
Estaban
tomando el té en un juego de tazas con adornos dorados, que el
dragón había llevado desde su calabozo en la maleta de piel de
borrego, puesto que estaría con las realezas pasando el rato.
Estaban de acuerdo que el casamiento entre ella con el príncipe
ayudaría a que la familia de la princesa recuperara un poco de su
gloria. Todo aquel que quisiera hacer alguna especie de trueque
pasaba por la zona Este, a orilla de los terrenos de la familia del príncipe teniendo tan cerca el mar, el negocio se volvía redondo.
En cambio, la familia de la princesa se encontraba en una región muy
árida, aislada de las civilizaciones comerciantes. Por fantásticos
que fueran los espectáculos que traían de las mejores zonas más
recónditas de todo el mundo, la gente no llenaba los lugares.
Incluso los ladrones no pasan por la zona debido a lo costoso que es atravesar.
Después
de tres meses de vivir juntos, fue en una tarde cuando el sol se
encontraba en las esquinas de las montañas, tornándose en ese color
dorado que el dragón tanto admiraba y le encantaba observar, que fue
interrumpido por un grupo de gente que viajaba desde la zona de las
tierras del Este. Haciendo un ruido salvaje, llamaron a la puerta del
castillo para ser atendidos. -¿Quién hace ese escándalo?- le
preguntó el dragón a la princesa sin dejar de ver el horizonte,
ella se asomó por una de las ventanas principales del castillo. -Es
el príncipe del Este, acompañado no sé de quienes- le contestó la
princesa con cara de fastidio, mientras se volvía a colocar las
zapatillas de tacón que tanto le incomodaban, abrió el portón
principal para que pudieran pasar a retar al secuestrador. El dragón
se apresuró a las puertas de la cerca del castillo para recibirlos,
le costaba trabajo no enojarse al ver cómo derramaban cerveza en los
tapetes de la entrada, que recientemente había ido a lavar a las
islas lisas de Ialasis cercanas al castillo, en una fuente de azufre
que le gusta visitar para relajarse mientras medita sobre las
existentes diversidades de gente en los reinos divisores. Al final
enjuagaba las telas en un brote frío de agua pura y cristalina en
una de las montañas de la misma isla -para dejarla libre de
impurezas- decía el dragón, y ahora totalmente llenas de cerveza y
lodo de los visitantes que no tienen la delicadeza, sino de quitarse
las botas, al menos de limpiarlas en la entrada, o ya como última
instancia, no pisar los tapetes.
Pero,
¿qué podría esperarse de la educación de semejantes hijos de rey?
Mientras el papá está declarando guerras y peleando por los mejores
terrenos que encuentra con sus legiones, el hijo sólo disfruta de
pensar en que algún día la corona le será legada, por ahora sólo
cabalga hasta tarde con los demás hijos de los comerciantes,
molestando gente, haciendo gala de prepotencia, retando a todo aquel
que no sea príncipe como él. -Vengo a retar al señor del castillo
para llevarme conmigo a la princesa retenida dentro de él- Dijo el príncipe mientras sus acompañantes hicieron reverencia tras gritar a
su favor. La princesa y el dragón observaron a la multitud que había
llegado para rescatarla, después de un rato habló el señor del
castillo – ¿Cómo podremos hacer esto de la manera mas civilizada
posible?-
Después
de mucho debatir, todos los presentes llegaron a la conclusión de
que podría ser una buena solución hacer un concurso que consistiría
de distintos juegos de azar para llegar a una puntuación final, en el
cual el vencedor se quedaría con la princesa en cuestión. Por tres
días jugaron apasionadamente, incluso cada vez más adictos todos,
apostando alrededor en cada juego. Al final, el dragón haciéndose
perder en diferentes pruebas de dados, cartas y adivinanzas, llegó a
un punto donde el príncipe sería el único e irrefutable
vencedor, para llevarse consigo a la princesa.
Un
mes había transcurrido desde aquel entonces donde el dragón fue
retado por el príncipe para ganarse a la princesa, cuando la
nostalgia le llegó a las fosas nasales, a la vez que escuchaba la
puerta justo en el atardecer. -Ese olor lo reconozco- dijo el dragón
comenzando a estornudar. -Pensé que habías regresado a tu calabozo-
dijo la princesa, que por su estampa se veía que llevaba tiempo
viajando. El dragón encontró conveniente por la cercanía a las
islas lisas de Ialasis donde brota la fuente que tanto le agrada así
como su baño de azufre, el cual podría visitar frecuentemente, un
día si, un día no. El calabozo, por muy limpio que estuviera con
barras de anti-humedad colocadas por todas las esquinas, estropeaban
sus preciados tapetes que formaban ahora un bonito contraste con el
color del castillo. Había gastado toda su riqueza acumulada en
comprar aquel castillo, re decorando por completo, ahora tenía su
cuarto para los ocasos, disfrutando de un té por las tardes.
-Ya
no tolero al príncipe- dijo la princesa –su ego es más grande
que la estupidez de sus amigos, nunca puedo conversar con él.- La
princesa le pidió al dragón vivir con él. Le había hecho antes
una propuesta a su padre... de acuerdo con ella, ningún territorio o
negocio valía la pena para quedarse con el príncipe que jamás la
toma en cuenta sino como un trofeo que había ganado cuesta abajo con
un dragón que hizo trampa para dejársela llevar. -Los llamaremos
Casinos- dijo la princesa -ya he conseguido los permisos con los
sellos de mi padre, podremos crecerla alrededor de este mismo
castillo. La gente vendrá a apostar lo único que tenga para comer
en juegos de azar que jamás podrán ganar, traeremos a los mejores
magos y bufones de vuelta a formar parte del espectáculo maravilloso
que será la ciudad del entretenimiento, crearemos toda una nueva
manera de hacer negocio a la vez que crece el reino.
Y así fue que hicieron sus casinos el dragón con la princesa y fueron
felices... hasta que llegaron regulaciones con comisión para los
reinados vecinos, cosa que para la inteligencia de la princesa, junto
a lo sofisticado del dragón, no serían problema alguno. El
príncipe hasta la fecha cuenta versiones donde corrió a la princesa
de su castillo... nadie le cree, permiten que se engañe solo
mientras admiran abiertamente los casinos del reinado de la princesa
y el dragón.
Omar
López Rincón
registro: 1305285174859
28-may-2013 23:42 UTC
edición: Norma Rincón Mendoza
revisión: Jennifer Romero