martes, 28 de mayo de 2013

El rescate de la princesa

EL RESCATE DE LA PRINCESA

Los gritos de la princesa se escuchaban por los pasillos. El dragón se acercó lentamente hacia ella, posando la mirada en sus ojos. - Créeme, tu perfume me da alergia - dijo el dragón. - ¡No puedo creer que seas tan delicado, es mi perfume favorito, si llega el príncipe a rescatarme quiero verme bien, eso incluye estar perfumada !!! -dijo la princesa- El dragón sacó un baúl en el cual tenía hierbas de todo tipo, tomó unas cuantas entre las yemas de sus dedos, les prendió fuego soplando delicadamente, después les vació una cubeta de agua para aspirar todo el humo que provocaba. Tosió un par de veces, volvió a aspirar. - Sólo quiero respirar un poco de aire- le contestó el dragón a la princesa en tono sarcástico.

-Los dos estamos metidos en esto y creo que realmente podríamos sacar buen provecho si aprendemos a comprometernos- dijo el dragón a la vez que se veía las garras. -Además ésta es la única habitación donde quepo yo con vista al oeste, podrías irte a otra habitación, el castillo es bastante grande, de hecho demasiado, te digo que si hubiéramos rentado el que estaba más hacia el sur, nos hubiera sido más barato-. La princesa miró de reojo al dragón... quedó en silencio. Todas sus amigas ya habían sido rescatadas por los príncipes de los alrededores, pero siempre alejó a los dragones por ella misma e incluso es conocida por haberle cortado la punta de la cola al dragón del norte... nunca había sido rescatada. Por otro lado, este dragón jamás había secuestrado a ninguna princesa y todos se burlaban de él. Aunque, la verdad, no le llamaba la atención hacerlo, le preocupaban más las cosas que a los demás les parecían sin importancia o absurdas. Le encantaba ver las estrellas por las noches e imaginar que si volara a una determinada velocidad y otro dragón volara a otra determinada velocidad, siguiendo la ruta que las estrellas van formando sobre los cielos, ¿cuál de los dos podría recoger más flores de color rojo en verano? Era un dragón más profundo que la mayoría y la idea sola de tener que ir por una princesa, atraparla, esperar que vengan a rescatarla, ser retado por algún caballero, era lo menos apreciado que tenía en mente, tenía muchísimas cosas mejores que hacer o descubrir. Aunque pasar el tiempo con alguien, particularmente esta princesa, no parecía totalmente malo. Es bastante inteligente esta princesa -hasta parece dragón- pensó.

Estaban tomando el té en un juego de tazas con adornos dorados, que el dragón había llevado desde su calabozo en la maleta de piel de borrego, puesto que estaría con las realezas pasando el rato. Estaban de acuerdo que el casamiento entre ella con el príncipe ayudaría a que la familia de la princesa recuperara un poco de su gloria. Todo aquel que quisiera hacer alguna especie de trueque pasaba por la zona Este, a orilla de los terrenos de la familia del príncipe  teniendo tan cerca el mar, el negocio se volvía redondo. En cambio, la familia de la princesa se encontraba en una región muy árida, aislada de las civilizaciones comerciantes. Por fantásticos que fueran los espectáculos que traían de las mejores zonas más recónditas de todo el mundo, la gente no llenaba los lugares. Incluso los ladrones no pasan por la zona debido a lo costoso que es atravesar.

Después de tres meses de vivir juntos, fue en una tarde cuando el sol se encontraba en las esquinas de las montañas, tornándose en ese color dorado que el dragón tanto admiraba y le encantaba observar, que fue interrumpido por un grupo de gente que viajaba desde la zona de las tierras del Este. Haciendo un ruido salvaje, llamaron a la puerta del castillo para ser atendidos. -¿Quién hace ese escándalo?- le preguntó el dragón a la princesa sin dejar de ver el horizonte, ella se asomó por una de las ventanas principales del castillo. -Es el príncipe del Este, acompañado no sé de quienes- le contestó la princesa con cara de fastidio, mientras se volvía a colocar las zapatillas de tacón que tanto le incomodaban, abrió el portón principal para que pudieran pasar a retar al secuestrador. El dragón se apresuró a las puertas de la cerca del castillo para recibirlos, le costaba trabajo no enojarse al ver cómo derramaban cerveza en los tapetes de la entrada, que recientemente había ido a lavar a las islas lisas de Ialasis cercanas al castillo, en una fuente de azufre que le gusta visitar para relajarse mientras medita sobre las existentes diversidades de gente en los reinos divisores. Al final enjuagaba las telas en un brote frío de agua pura y cristalina en una de las montañas de la misma isla -para dejarla libre de impurezas- decía el dragón, y ahora totalmente llenas de cerveza y lodo de los visitantes que no tienen la delicadeza, sino de quitarse las botas, al menos de limpiarlas en la entrada, o ya como última instancia, no pisar los tapetes.
Pero, ¿qué podría esperarse de la educación de semejantes hijos de rey? Mientras el papá está declarando guerras y peleando por los mejores terrenos que encuentra con sus legiones, el hijo sólo disfruta de pensar en que algún día la corona le será legada, por ahora sólo cabalga hasta tarde con los demás hijos de los comerciantes, molestando gente, haciendo gala de prepotencia, retando a todo aquel que no sea príncipe como él. -Vengo a retar al señor del castillo para llevarme conmigo a la princesa retenida dentro de él- Dijo el príncipe mientras sus acompañantes hicieron reverencia tras gritar a su favor. La princesa y el dragón observaron a la multitud que había llegado para rescatarla, después de un rato habló el señor del castillo – ¿Cómo podremos hacer esto de la manera mas civilizada posible?-

Después de mucho debatir, todos los presentes llegaron a la conclusión de que podría ser una buena solución hacer un concurso que consistiría de distintos juegos de azar para llegar a una puntuación final, en el cual el vencedor se quedaría con la princesa en cuestión. Por tres días jugaron apasionadamente, incluso cada vez más adictos todos, apostando alrededor en cada juego. Al final, el dragón haciéndose perder en diferentes pruebas de dados, cartas y adivinanzas, llegó a un punto donde el príncipe sería el único e irrefutable vencedor, para llevarse consigo a la princesa.

Un mes había transcurrido desde aquel entonces donde el dragón fue retado por el príncipe para ganarse a la princesa, cuando la nostalgia le llegó a las fosas nasales, a la vez que escuchaba la puerta justo en el atardecer. -Ese olor lo reconozco- dijo el dragón comenzando a estornudar. -Pensé que habías regresado a tu calabozo- dijo la princesa, que por su estampa se veía que llevaba tiempo viajando. El dragón encontró conveniente por la cercanía a las islas lisas de Ialasis donde brota la fuente que tanto le agrada así como su baño de azufre, el cual podría visitar frecuentemente, un día si, un día no. El calabozo, por muy limpio que estuviera con barras de anti-humedad colocadas por todas las esquinas, estropeaban sus preciados tapetes que formaban ahora un bonito contraste con el color del castillo. Había gastado toda su riqueza acumulada en comprar aquel castillo, re decorando por completo, ahora tenía su cuarto para los ocasos, disfrutando de un té por las tardes.

-Ya no tolero al príncipe- dijo la princesa –su ego es más grande que la estupidez de sus amigos, nunca puedo conversar con él.- La princesa le pidió al dragón vivir con él. Le había hecho antes una propuesta a su padre... de acuerdo con ella, ningún territorio o negocio valía la pena para quedarse con el príncipe  que jamás la toma en cuenta sino como un trofeo que había ganado cuesta abajo con un dragón que hizo trampa para dejársela llevar. -Los llamaremos Casinos- dijo la princesa -ya he conseguido los permisos con los sellos de mi padre, podremos crecerla alrededor de este mismo castillo. La gente vendrá a apostar lo único que tenga para comer en juegos de azar que jamás podrán ganar, traeremos a los mejores magos y bufones de vuelta a formar parte del espectáculo maravilloso que será la ciudad del entretenimiento, crearemos toda una nueva manera de hacer negocio a la vez que crece el reino.

Y así fue que hicieron sus casinos el dragón con la princesa y fueron felices... hasta que llegaron regulaciones con comisión para los reinados vecinos, cosa que para la inteligencia de la princesa, junto a lo sofisticado  del dragón, no serían problema alguno. El príncipe hasta la fecha cuenta versiones donde corrió a la princesa de su castillo... nadie le cree, permiten que se engañe solo mientras admiran abiertamente los casinos del reinado de la princesa y el dragón.


Omar López Rincón
registro: 1305285174859
28-may-2013 23:42 UTC
edición: Norma Rincón Mendoza  
revisión: Jennifer Romero

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